Porque la familia es el lugar donde se establecen las
relaciones más profundas y más enriquecedoras entre las personas.
Porque la familia permite el nacimiento de nuevos hijos, abre espacios
para
las generaciones futuras.
Porque la familia educa y transmite
los valores más profundos, aquellos que permiten la convivencia
social
y el desarrollo de los pueblos.
Invertir en la familia es una urgencia de cualquier estado verdaderamente justo. Dejar de lado a la familia, o incluso promover su destrucción, es simplemente avanzar hacia el
suicidio colectivo.
A través de valientes políticas familiares será posible que
la vivienda resulte asequible para las parejas jóvenes. Será
posible que el nacimiento del hijo no sea un aumento de costos, sino una
alegría en el hogar. Será posible que no paguen más cara el
agua los ue tienen más hijos (y más necesidades). Será posible una reducción de impuestos, de costos en los transportes
públicos, en la
sanidad, en la adquisición de libros de texto.
Hacen falta urgentes políticas familiares, hay que invertir generosamente en la familia. Porque miles de parejas no
pueden tener los hijos que desearían. Porque miles de hijos son
abortados porque el estado, las regiones o los municipios no apoyan a
las madres en dificultad. Porque muchos países necesitan sangre
joven no sólo para mantener el “equilibrio demográfico”, sino
sobre todo para dar esperanza e ilusiones a pueblos enteros que
agonizan por falta de niños.
A las familias que tienen hijos, que se lanzan a la aventura
de la vida, un gracias profundo y un apoyo incondicionado.
Porque van contra corriente, porque vencen esa indiferencia de
cierta clase
política, ese anquilosamiento de estructuras administrativas incapaces de detectar la urgencia de tantos rincones del
planeta anémicos de esperanza. Porque, en la estrechez de unos pocos
metros cuadrados, han permitido que unos niños puedan jugar,
reír, soñar y, sobre todo, descubrir que el mundo es muy hermoso cuando hay amor como el que se tienen y les tienen sus
padres.
Con poco dinero en el banco y con mucha alegría en sus
corazones generosos y buenos.
Carlos Emilio La Banca