La historieta de desencuentros entre los vecinos de
La Pedrera-Punta Rubia (y aledaños) y las “autoridades” es de no terminar.
Tras un comienzo de año pavoroso, como en las peores épocas del Carnaval local, donde además de no poder dormir, aguantar insolencias, limpiar heces, lavar orinas, ahora se percibe más la ola de violencia y delincuencia que asuela al balneario.
El 4 parece ser el número mágico para este desgraciado pueblo.
Cuatro inspectores de ruidos y desmanes para 8.000 personas, cuatro policías jugando a la mancha con los chorros y delincuentes que juegan a la “pica” sin poder alcanzar a ninguno.
Ese es el número de efectivos que se ven casi a diario (con honrosas excepciones).
“A ver en qué casa me agarran”… parecen decir los delincuentes, mientras roban aquí, allá y acuyá, al tiempo que los policías toman pacientemente las denuncias (según fuentes del Destacamento hay entre 7 y 10 denuncias diarias de robos).
Algo de humor hay que meterle al asunto porque esto desquicia a cualquiera con el correr de los años (estos problemas no son de ahora).
Roban con total impunidad, rompen lo irrompible, de noche, de día, con gente, sin gente.
No perdonan casa, ni hacen distingo si hay niños, mujeres solas, ancianos.
No hay códigos. Tampoco perdonan a trabajadores.
En estos días golpearon a una mujer volviendo de su trabajo en bicicleta y la dejaron inconsciente 3 o 4 horas en el piso. Habrán pensado que la mataron y se fueron chiflando bajito y sin persecución alguna.
No hay límite.
Los vecinos estamos cansados de que las autoridades hablen sandeces y sigan permitiendo todo esto que pasa.
Estamos cansados de tener un estatus legal diferente al de otros balnearios.
En José Ignacio esto no pasa como aquí.
Si hay gente desconocida, sin tener lugar donde dormir, si la pinta del sujeto dice que duerme en la playa y que no denota un buen vivir, lo sacan de los fundillos.
Pero acá no, porque quizás las autoridades sean un poco más progresistas que las de Maldonado, o sean envidiosas de gente que viene con dinero, o quizás tengan medio dedo de frente porque no se dan cuenta de que esto mata al turismo de fuste.
Quizás les importe el turismo cervecero, marihuanero y corrompido, que llena la caja chica rápidamente, en vez de importantes inversiones que a su vez traigan más inversiones de personas que se dan cuenta de que aquí es un paraíso.
Las autoridades de Rocha miran para otro lado, para su lado electoral.
Los que invertimos en el departamento pero no votamos aquí, no importamos.
A las autoridades, al Ministerio del Interior, parece no importarles mucho nada, puesto que siguen pensando que la delincuencia es producto de las mafias drogadictas o borrachas, y el resto es un tema de termómetro.
En el Ministerio de Turismo están ocupados haciendo las valijas para la mudanza por cambio de inquilinos.
Ahora bien, ¿quién se ocupa de nosotros?
La gente que les paga para que no hagan nada.
Al alcalde Perdomo lo escuché en radio diciendo que la gente que viene a descansar a La Pedrera va a tener que pensar mejor dónde ir a descansar.
Insolencia de quien muerde la mano a quien le da de comer.
Delirar sería esperar otra cosa de este.
Esto no da para más.
O hay que llevarlos a la Justicia bajo un recurso de amparo, o que den a los vecinos la autonomía necesaria (por supuesto, la misma incluye los impuestos que pagamos por casi nada) para darnos una organización que las autoridades no dan.
Pero esto tiene que parar, de una forma u otra.
Mag. Álvaro Sánchez Balcewich
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