Gerardo Sotelo

En
esta iniciativa, que parece originada en España por la utilización de ciertos
giros idiomáticos, los beneficiarios serían “la vecina que vende por catálogo o
por Internet, el artesano que hace bisutería, la amiga que tiene una tienda en
el barrio” o “el pastelero que hace los turrones artesanos”.
Detrás de su
apariencia bienhechora, la campaña encierra un error de observación sobre la
naturaleza y los procesos comerciales y puede terminar consagrando injusticias
aún mayores a las que se pretende corregir.
La "amiga que tiene una tienda
en el barrio" puede obtener ingresos considerablemente superiores a la
amiga que trabaja en un local de un shopping center y el "pastelero que
hace turrones" puede no pagar los impuestos que permiten la existencia de
escuelas y hospitales, a diferencia del dueño de un pequeño comercio, cuyos
trabajadores necesitan vender turrones
(artesanales o industriales, tanto da)
para mantener a sus respectivas familias.
Por otra parte, es muy difícil que el
dinero que circula en el comercio no llegue tanto a personas comunes como a
multinacionales por alguna vía.
La ropa que vende la "amiga que tiene la
tienda en el barrio" seguramente fue importada de China
(donde funcionan
gigantescas factorías), buena parte de la materia prima que utiliza el
“pastelero que hace turrones” debió ser procesada o importada por una empresa
de gran porte, y finalmente, tanto en las pequeñas como en las medianas o
grandes empresas industriales o importadoras trabajan personas de ingresos
bajos, cuyo salario depende de las ventas de navidad.
No hay ninguna diferencia
entre estos miles de trabajadores asalariados y la "amiga que vende el
catálogo por internet” ni hay razón alguna para perjudicar a unos y beneficiar
a otros, salvo el beneficio que se obtiene por comprar lo que nos resulta más
conveniente.