Mauro Mego – Edil MPP, E609 Rocha, Frente Amplio
La fiebre electoral nos cala hondo, generando muchas veces
efectos no deseados sobre el futuro inmediato de las organizaciones políticas
que transitan la vía democrática.
En muchos casos, en el interior con intensidad, el
calendario electoral parece haberse dado vuelta, y las definiciones que más
mueven, más motivan y más se concretan tienen que ver con la última contienda
electoral: mayo de 2015, las elecciones departamentales y locales. Pero, ¿Es
correcta esta estrategia? ¿Cuáles son los riesgos de pensar en el último
partido sin jugar aún el primero?
Las perspectivas de crecimiento del Frente Amplio (FA), más
una política activa de décadas de acumulación de fuerzas progresistas de todos
los ámbitos ha dado a la interna frenteamplista cotidiana una pluralidad
asombrosa y un crisol de sectores y realidades multiplicados cada año. Con
ello, legítimamente, muchos compañeros y compañeras se comienzan a considerar para
determinadas y potenciales responsabilidades públicas, ya sean electivas o
asignadas por resolución política. Recuerdo, a modo de ejemplo, que en un
Encuentro Nacional de Ediles del Frente Amplio, en “La Huella de Seregni”, era
evidente la multiplicidad de sectores o grupos políticos departamentales, tan
variados en su forma de organización como en sus perspectivas y estrategias.
Esto no es malo, en absoluto, pero refleja la atracción que
ha suscitado en el interior (histórica y generalmente tradicional) el
crecimiento y las chances reales de gobierno del Frente Amplio a partir de esa
acumulación, también vale resaltarlo. Pero cuando uno advierte la estrategia de
la derecha de erosionar toda chance de obtener mayorías parlamentarias para
tener, simbólicamente, un “rehén” de peso para frenar todo tipo de cambio en el
rumbo de la izquierda, la cosa se complica. Es saludable y lógica la consigna
de que lo próximo (lo local, lo departamental) le resulte mucho más atractivo a
la gente, pero debemos reconocer cuanto antes el valor de la exposición de
fuerzas de las internas, en donde tenemos competencia, tal vez no tan
competitiva, pero competencia al fin, de la cual surgirá un escenario que sin
duda alguna condicionará los meses siguientes. Por otro lado, el gran plato de
este menú es octubre, en donde todas las fichas de los cambios y de la
gobernabilidad están puestas en obtener la mayoría para continuar los procesos
iniciados o corregir los que no hemos logrado solidificar e incluso para
iniciar nuevos.
Es falsa la idea de que un gobierno dividido (un Ejecutivo
de un partido con un parlamento mayoritariamente opositor) pueda generar
equilibrios. En absoluto, todo lo contrario, generará tozudez, lentitud, freno
y en cierto modo “ingobernabilidad”. Es más falsa aún la idea de que las
mayorías las haya inventado el FA en 2005, no es cierto. Siempre ha habido
mayorías, y esto hay que conversarlo con la gente, el asunto molesto para los
personeros políticos de las élites es que estas mayorías son democráticas y son
de izquierda, o para no ser tan ambiciosos, son progresistas. Ese es el asunto
molesto.
La cuestión es: resulta legítimo el interés por saber quién
será el candidato o candidata a intendente o intendenta en tal o cual
departamento, o quiénes serán los integrantes de los municipios (nuevo desvelo
de los militantes locales) pero que no se pierda de vista que para eso es
importante (tal vez no determinante) obtener un gobierno nacional sólido, con
mayorías.
En Rocha, para ejemplificar, es claro que la consonancia
entre las líneas políticas nacional y departamental permitió sacar del CTI a un
departamento fundido y devastado. ¿Hubiera sido posible si nuestro compañero
Chueco Barrios se hubiera tenido que enfrentar a un gobierno nacional de otro
partido? Conociendo las prácticas históricas de los partidos fundacionales la
respuesta es evidente.
Es importante que sepan los compañeros, los vecinos y cada
uno de nosotros contener esas fibras caudillescas que por larga duración
conservamos los uruguayos, y ni hablar en el interior.
Tampoco restar
importancia a la figura individual y caer en el viejo error de votar
“heladeras”, eso mucho menos. Conciliar todas esas agendas, esas aspiraciones,
sin perder el factor unitario que ha sido la clave de las victorias.
No está de
más hacer un llamamiento a nuestros compañeros de relieve nacional que muchas
veces también son presos de esta vorágine y generan mensajes difusos y
fácilmente tergiversados por los interesados en destruir la unidad de las
fuerzas de cambio que aún, no tengo dudas, están en el Frente Amplio como
herramienta para terminar con lo viejo y sentar las bases de una nueva
sociedad. Como todo parto tiene dolores muy fuertes y sinsabores, pero buena
cosa es mantener la calma y no alterar el calendario electoral, conciliar y
conectar la realidad local y departamental con nuestro país todo, evitando la
atomización que nos haga perder de vista que el destino de cada compatriota,
lejos o cerca nuestro, vale lo mismo y forma parte de la misma pelea.