viernes, 4 de septiembre de 2015

Una escuela de la que los niños no se quieren ir.

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Las voces alegres de los niños jugando acompañaron toda nuestra conversación con Graciela Pérez, directora y maestra de la escuela rural N° 65 "Agosto Álvarez" de Aguas Dulces. Igual que el balneario, la escuela es chiquita: apenas 34 alumnos, pero con un inmenso espíritu de vocación y crecimiento.

El empeño de la maestra Graciela ha sido fundamental para el desarrollo de la escuela, que este año incorporó varios talleres y clases para estimular a los alumnos.





 En el recorrido recibió ayuda: nada de esto hubiera sido posible sin el marcado sentido de comunidad de los habitantes del balneario. Los padres están muy vinculados con la escuela, dictan talleres y participan de forma activa en todo lo que refiere a la educación de los niños. Tal es el sentido de pertenencia que hay con la escuela, que suena el timbre o pasan de clase, pero los alumnos se quedan, ligados para siempre a este lugar.


Un día hábil, en horario escolar, por las calles de Aguas Dulces.

El entorno, por supuesto, también hace lo suyo. La forma en que estos niños juegan, crecen y se relacionan está ligada al lugar donde viven, una pequeña localidad de Rocha con una población de poco más que 400 personas.






Fueron esas características, justamente, las que impulsaron a Graciela, nacida en Argentina, a radicarse en nuestra costa. Ella vino a Uruguay con 28 años, cautivada por la tranquilidad y huyendo del ritmo de vida acelerado de la ciudad de Buenos Aires. En Aguas Dulces encontró su lugar. Su amor por la docencia creció aún más en este entorno.

Ahora Graciela tiene 50 años y tres hijos, dos ya universitarios y otro en el liceo. Vive en La Paloma y recorre todos los días 60 kilómetros hasta Aguas Dulces. Rocha se ha transformado, sin dudas, en su lugar en el mundo.


La Paloma, el balneario que Graciela eligió para radicarse

¿Qué tiene de especial Rocha para que lo hayas elegido?





Hace 20 años en Costa Azul (Rocha) todavía había mucha playa, mucho terreno sin edificaciones e inclusive una de las cosas que me llamaba la atención era que la gente sacaba agua de la cachimba. Yo no podía creerlo, venía de Buenos Aires y la verdad, era otro mundo. Me gustó eso y entonces me vine sola, pero al tiempo conocí al padre de mis hijos acá.

¿Cómo fue tu experiencia como maestra en escuelas rurales?

La primera escuela donde trabajé quedaba en el medio de la nada, eran tres alumnos y me tenía que quedar porque no había forma de volver. Esa fue mi primera experiencia rural y sin embargo seguí (se ríe).

Las escuelas de este tipo tienen características especiales. La primera es que cuentan con aulas multigrado, donde un maestro tiene varios niveles en un mismo salón. Eso ya hace que el aprendizaje sea muy especial. El sistema de multigrado se divide en ciclo inicial de cuatro y cinco años con primero de escuela, otro salón con segundo y tercero y una tercer aula con cuarto, quinto y sexto.

¿Qué beneficios tiene este sistema para la educación de los niños?

Los niños se van acostumbrando al multigrado, esto hace que sean más autónomos, más independientes, que muchas veces busquen e investiguen por su cuenta.


La Escuela n°65 de Aguas Dulces tiene tres salones y un total de 34 niños.

Nos contabas que algunos niños, al comienzo, tenían problemas de conducta. ¿Cómo los solucionaron?

Cuando empezamos a trabajar los límites, ellos fueron cambiando su conducta y terminamos siendo un grupo hermoso. Trabajábamos todos juntos, a veces hacíamos la comida y los más grandes me ayudaban a lavar los platos.






Nos convertimos en una familia de 25 integrantes.

¿Qué diferencias encontrás entre la escuela rural y la urbana, más allá de la organización de las clases?

En las escuelas rurales el maestro muchas veces está solo; entonces la ayuda y el apoyo de las familias es fundamental. Pese a todos los avances, la escuela siempre sigue siendo el referente en el medio rural. Para la familia es muy importante el centro educativo y se relaciona de otra forma: colabora, ayuda, aporta con lo que puede y está más presente. No es sólo que viene la mamá cada tanto a retirar el carnet o a hablar cuando tiene un problema, incluso las mismas fiestas de fin de año son diferentes. Siempre hay una reunión, un almuerzo compartido...


En el recreo, en pleno "abrazo colectivo", como lo llama la maestra.

¿Cómo se vivió en las escuelas rurales la llegada del Plan Ceibal?

Fue un cambio muy grande porque los niños empezaron a trabajar y a ponerse en un pie de igualdad. La llegada del Ceibal a las escuelas rurales hizo que los niños pudieran entrar a Internet y tuvieran acceso a un montón de cosas que antes era imposible. Creo que ese cambio se sintió mucho más en el medio rural que en la ciudad. Los practicantes que han venido de Montevideo han quedado asombrados por cómo los niños cuidan y trabajan con las XO.



Como madre, maestra y habitante del balneario, ¿ves diferencias de actitud entre los niños de la ciudad y aquellos criados en balnearios?

Acá, por ejemplo, los niños tienen una concientización muy grande respecto al cuidado del medio ambiente y esto ocurre en la mayoría de las escuelas rurales. Una vez vinieron unas muchachas a hacer unos títeres en una fiesta de la escuela y después del almuerzo se repartieron unos helados palito. Una de ellas tiró el papel en el piso, entonces vino un niño de jardinera que con toda la sutileza y picardía la agarra de la mano y le dice: “ven que yo te digo dónde se tira el papel”, fue y lo llevó al cesto. Otro día fuimos a una muestra en una escuela urbana, cuando llegó la hora del recreo los niños de las escuelas rurales quedaron asombrados: “no puede ser que en tan poco tiempo haya quedado tan sucio el patio”, decían.

Supongo que en parte debe ser porque ellos ven un paisaje que todavía no está minado de envases o papeles, y por eso lo valoran y lo cuidan. Además, el niño rural juega de otra forma, muchas veces con elementos de la naturaleza. A veces se dice que “es otro niño”, pero no va en el niño, es el medio donde está lo que determina su actitud.

En la huerta, donde aprenden el valor de la comida cultivada "en casa".

Este año sumaron al horario escolar talleres de todo tipo para los niños. ¿Cómo surgió la idea?

Surge buscando una educación más compleja, que abarque todas las inteligencia múltiples del niños. A veces no es solamente la de lengua o la de matemática, sino también la artística, la de las relaciones con los compañeros, con los pares.









Graciela propone juegos y también participa de ellos.



En la escuela la idea es trabajar con todas las inteligencias. Después tenemos que ir viendo cuáles son sus intereses e irnos metiendo también en la áreas donde tiene más dificultades. Así surge la idea de trabajar primero en un taller de inglés, necesario porque veíamos mucha diferencia cuando ingresaban al liceo en comparación con niños de otras escuelas.




Justo surgió lo de Ceibal en inglés para los más grandes. Hacemos con ellos una videoconferencia una vez por semana, clases planificadas por Ceibal. Además, pedimos autorización para que venga una mamá a dar clases de inglés a modo de apoyo .

Otra mamá se ofreció para dar taller de huerta  y luego se sumó un papá a dar música los jueves. Teníamos otro papá profesor de educación física y como las escuelas rurales no tienen educación física, pedimos autorización a la inspectora departamental y ahora da media hora de educación física y media hora de manualidades.

En horario de clase tenemos una hora de yoga por semana. Yo hago yoga con los más chicos y el maestro da clase de robótica a los más grandes. También tenemos una hora semanal de plástica que abarca arte, pintura, escultura, fotografía y cine.


Graciela muestra orgullosa los trabajos de los alumnos en el taller de plástica.

¿Cómo viven los niños estas propuestas?

Les encanta porque pueden dar rienda suelta a sus intereses. En tema de relacionamiento, por ejemplo, yoga influyó mucho, junto con todas las actividades. La relación entre ellos a raíz de esto se consolidó mucho más como grupo. Tienen otra forma de vincularse y otra actitud frente a los compañeros, además de que esto les despierta mucho más las ganas de trabajar y aprender a hacer cosas.



Algunos llegan incluso a decir que no quieren tener vacaciones porque quieren seguir viniendo a la escuela, y que pase eso es muy bueno. También se ver reflejado en el nivel de asistencia: la mayoría de los días tenemos asistencia completa.


Jugando al pisotón con la maestra.

¿Cómo influye en ellos vivir en un lugar así, cerca del mar y tan lleno de naturaleza?

Es un lugar hermoso y cuando uno está y da clases en un lugar así tenemos que tomar todo lo que la naturaleza nos brinda. A ellos les encanta el lugar donde viven.




Me contabas que tienen un proyecto para seguir estimulando el vínculo de los niños con un estilo de vida saludable y en contacto con la naturaleza. ¿De qué se trata?

Nos interesa buscar alternativas de contacto con el entorno y ver qué podemos hacer en el terreno de la producción. Surgió la idea, justamente por el entorno en el que queda la escuela, de extraer sal del océano. Está en la fase teórica y lo vamos a llevar la práctica después de las vacaciones de invierno.  Consiste en separar por evaporación el agua de la sal. Están re entusiasmados, por el hecho de crear un producto más natural que no tiene químicos.

Una escuela heróica
"Agosto Álvarez: el héroe de Aguas Dulces". Este es el nombre completo que desde el 26 de agosto de 2009 tiene la Escuela N° 65.

Con tan solo 30 años, Agosto Álvarez salvó 16 vidas el día que se produjo el naufragio de un buque con bandera argentina que venía desde Río de Janeiro.






En el medio, Agosto Álvarez , el héroe de Aguas Dulces.

Fue en octubre de 1961, pero la historia de coraje y valentía sigue viva en Aguas Dulces y forma parte de la memoria colectiva de sus habitantes.

En este archivo se explica el motivo del cambio de nombre y podrán encontrar más detalles de esta conmovedora historia.


Programa de Voces Anónimas dedicado a Agosto Álvarez

Algunos estudiantes, hoy ya adultos, se reencuentran con Graciela por la calle y recuerdan con cariño aquella gran familia que formaron. Y esa parece la clave: mirar el mañana. De pequeños en el jardín nos enseñan a germinar un garbanzo y en ese aprendizaje nos asombramos de que una semilla pueda crecer y florecer. El labor de un maestro, entre muchas otras cosas, es ese: sembrar buenas bases en los niños para que puedan dar sus frutos en el futuro, ya vivan en una gran ciudad o en un pequeño poblado al lado del mar.


informe Casas En El Este
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