lunes, 18 de septiembre de 2017

Ex maestra de Rocha recibió premio de la FAO

Mireya Betancort fue reconocida luego de presentar su propia historia de vida en distantes escuelas de centros poblados.

Una ex maestra rural uruguaya fue premiada en un concurso de relatos organizado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el cual tuvo como fin dar a conocer las experiencias de vida de las mujeres rurales de América Latina y el Caribe. En ese sentido, la docente Mireya Betancort fue reconocida dentro de la categoría honoraria Relatos de Vida, luego de presentar su propia historia.




El concurso fue parte de la campaña regional “#MujeresRurales, mujeres con derechos”, a través de la que se buscó dar cuenta del rol fundamental que ocupan las mujeres rurales en el desarrollo sostenible. Para ello, el concurso recibió 244 relatos de vida de diferentes mujeres rurales de 18 países de la región, pero solo 11 recibieron mención de honor.

Al conversar con ECOS, Betancort se mostró muy emocionada por el reconocimiento. “Me parece fantástico e increíble que uno pueda escribir algo y que consideren que está bien y lo reconozcan, la verdad es que es muy gratificante”, afirmó.

Según cuenta, el campo siempre fue un lugar fundamental en su vida. Allí nació y se crió. Asistió a una escuela rural cercana a su hogar en la localidad de Sauce de Rocha, pero luego debió trasladarse a la ciudad junto a su madre para poder seguir estudiando. “En sexto tuve que ir a una escuela urbana en la ciudad de Rocha, porque en las rurales aún no se daba ese curso. Ahí empezó el desarraigo”, explica la maestra ya jubilada.

Sus hermanas mayores ya se habían ido con una tía, pero mudarse del campo a la ciudad no fue fácil, comenta. Sobre todo porque al campo volvían solamente los fines de semana. Luego siguió el liceo y la carrera de magisterio, tras la cual no dudó en volver a sus raíces.

“Cuando me recibí comencé a trabajar en una escuelita rural muy alejada, estaba lejísimo, cerca del Chuy. Fue un tiempo de trabajo muy sacrificado. Después comencé a trabajar en una escuela urbana, pero concursé y me fui a una escuela rural, que estaba muy lejos, cerca del pueblo Cebollatí”.

Esa escuelita estaba ubicada a unos 200 kilómetros de Rocha y a veces era difícil llegar. Cuenta que en una ocasión, por ejemplo, hubo una gran crecida por lo que la zona quedó totalmente aislada. “Llegamos encima de un camión hasta la entrada de la escuela y después ahí teníamos que caminar 8 kilómetros con el barro hasta la rodilla, porque no había en qué entrar”.

Betancort fue maestra en diversas escuelas y si bien no desarrolló toda su carrera en el medio rural, estas instituciones siempre le gustaron más. “Lo más lindo es el contacto con los niños, eso es lo mejor de la enseñanza sea en el campo o en la ciudad”, apuntó la docente y añadió: “Estar con el niño y poderle enseñar es lo más gratificante. Pero lo más difícil del campo es el aislamiento, las grandes distancias”.

De todas maneras, opina que en la actualidad la situación es muy diferente. Dice que la mayoría de las escuelas rurales tienen luz e internet, pero en su época, señala que se iba al campo “con una velita, un farolito y el surtidito para la semana en un bolso”.

Por otro lado, Betancort explica que la gente del campo tiene una actitud diferente hacia el maestro, “como que lo endiosa”. “Ahí el maestro merece el mayor respeto. No quiere decir que en la ciudad no suceda, pero en el campo el maestro es un referente, es la persona que trae la cultura”, indica.

Para la ex maestra, que ejerció su profesión por 25 años, la escuela rural es fundamental, igual que la escuela urbana. Afirma que “la educación es la base de la sociedad, lo que hace que se pueda salir adelante”.

“No hay que bajar los brazos, siempre hay que seguir luchando y tratar de que los niños se eduquen, se desarrollen y aprendan a pensar y a decidir por sus propios medios”, cerró Betancort.

Trabajo por la causa

Hoy, Mireya integra la Asociación de Mujeres Rurales (AMRU), colectivo que lucha por los derechos de las mujeres del campo. A través de diferentes acciones, buscan que éstas sean reconocidas y que puedan alzar su voz para manifestar las cosas que necesitan. A su vez, trabajan para las que mujeres rurales tengan poder de decisión y puedan influir en las políticas públicas del país.

Por eso es que el trabajo realizado por la FAO le parece entre otras cosas tan importante, ya que comparte los mismos ideales y persigue los mismos objetivos, que es justamente posicionar a las mujeres del campo como un pilar fundamental de la sociedad.

Reconocimientos

En la misma categoría de relatos de vida, la FAO reconoció además los relatos de Isabel Guggisberg de la Asociación Civil Mujeres Agropecuarias de Argentina; Maria do Livramento Diniz Sacramento, mujer rural de Brasil; Rut Pelaiza Gutiérrez, asesora financiera rural en Perú; y Gaudy Maria García, fundadora de la Asociación Civil Moncar de Venezuela.

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