miércoles, 11 de abril de 2012

pegale a la pared

Homicidios  Rocha y Treinta y Tres duplican a Montevideo

Un 76% de los casos de los asesinatos de mujeres, según el Observatorio sobre Violencia y Criminalidad del Ministerio del Interior, resultan coincidentes con el móvil sexual y nacidos de la confianza entre las víctimas y sus victimarios, planteándose la interrogante: ¿son los pueblos menos peligrosos que las ciudades o es acaso cada vez más cierto aquello de pueblo chico, infierno grande?
“En general, los centros urbanos tienen tasas de homicidios más elevadas. Lo que sí existe en las localidades del interior es un homicidio que responde a la violencia relacional, mientras que en las ciudades afecta más la violencia instrumental o con fines de lucro, como el homicidio que se produce luego de las rapiñas”, señala el sociólogo Luis Eduardo Morás.
El académico destacó, sin embargo, que la proporción es más elevada en ciertos departamentos de frontera.
De hecho, según las últimas estadísticas diferenciadas a nivel nacional, presentes en el Anuario Estadístico de la Violencia y la Criminalidad de 2004, varios departamentos del interior presentaban tasas de homicidios más altas que las de Montevideo, entre ellos Rivera y Rocha, que duplicaban a la capital.
Al comparar datos sobre homicidios de mujeres, de noviembre de 2009 a octubre de 2011, las cifras muestran que Rocha y Treinta y Tres duplican a Montevideo, mientras que otros departamentos como Tacuarembó, Flores, Rivera y Paysandú también poseen tasas superiores a la capital.
“Las localidades pequeñas tienen mucha vulnerabilidad por la soledad, pero también por los recursos con los que cuenta la comunidad”, sostiene el psicólogo y licenciado en seguridad pública Robert Parrado, al tiempo que destaca también la seguidilla de homicidios que se han dado en los últimos años a nivel rural. Al tener menos recursos, explica el experto, es menor la capacidad de respuesta del Estado y, además, hay menos espacios que funcionen como apoyo para los diversos problemas que el pueblo afronta a nivel social.
Sin embargo, en el caso de Daiana Martínez recalca que existió “mala praxis” porque una desaparición de este tipo tendría que haber generado una actuación inmediata. Por otro lado, la desigualdad de condiciones, indica Morás, queda en evidencia si se compara cómo se actuó ante la desaparición del contador de la Ursec y la de la joven de Lorenzo Geyres. “En el caso del contador se denunció el sábado de mañana y poco después ya estaba en todos los portales”, señala.
Por otro lado, para Germán Aller, profesor de Derecho Penal y Criminología de la Udelar, si bien no puede afirmarse que haya más violencia en los pueblos que en las ciudades, sí se notifican en el interior más expresiones de violencia que antaño, lo que podría significar a priori “que el interior está reflejando también las problemáticas que se encuentran en las zonas más densamente pobladas del país”.
“En el interior se da mucho lo que se llama el matrimonio o la pareja rural, entre hombres muy mayores y mujeres muy jóvenes”, sostiene Parrado. “Se decodifica erróneamente a las niñas como si fueran más grandes y los hombres las ven, incluso, como potenciales parejas”.
Por otro lado, indica, la violencia de género está mucho más escondida en el interior porque las mujeres no tienen casi posibilidad de recurrir a espacios de apoyo y por la dificultad de denunciar en un lugar donde todos se conocen. Incluso, destaca el experto, “hay localidades en las que se descubrió que había prostitución infantil porque Salud Pública detectó enfermedades de transmisión sexual en niñas o preadolescentes”.
elobservador