viernes, 18 de enero de 2013

Vivir del Pajarito o del puerto


El Puerto de Aguas Profundas desata visiones encontradas entre quienes viven en la zona
  Nicolás Delgado @nicodelgado13 
El Observador 


En El Palenque hay 10 casas, cuatro de ellas abandonadas. Hay 20 metros de profundidad oceánica y solo tres pescadores cincuentones en la playa. Luis Lobato, Olga Lobato y Héctor Eduardo Rodríguez viven de la pesca en la laguna de Rocha desde que tienen memoria y llegaron a El Palenque con sus riles para sacar lenguados porque en la laguna no sale nada. “Uno es trabajador, es pobre, y tiene que esperar el progreso”, dice Olga, quien ansía la instalación del Puerto de Aguas Profundas en El Palenque, ubicado a unos 19 kilómetros de La Paloma.

José Luis González llegó en 1996 desde Buenos Aires a San Antonio, cuando el balneario que crece entre El Palenque y La Pedrera era terreno virgen. González dice ser el primer habitante de San Antonio y, como la mayoría de los que invirtieron allí, se opone a la instalación del puerto. “Al rochense no le podés hablar de ecología, piensa en la diaria, quiere comer”, asegura. “Acá siempre los rochenses me dicen: ‘¿Pero vamos a vivir del pajarito y del butiá?’ Sí, ustedes no saben la fortuna que tienen en fraccionamientos”, responde.

González cuenta que al llegar compró 22 hectáreas linderas a San Antonio a “un precio ridículo” pero que invirtió “una fortuna”. Allí construyó un barrio privado en medio del monte nativo, a 400 metros del mar. Comenta que económicamente le ha ido “perfecto”. Vende el metro cuadrado a US$ 20, lo que equivale a
US$ 100.000 la media hectárea. En su emprendimiento, El Triángulo, hay nueve casas compradas por franceses, estadounidenses, argentinos y uruguayos que “aman la naturaleza” y no quisieran vivir junto a un puerto. “Se puede vivir del pajarito, se puede esperar”, repite González.

En San Antonio, el metro cuadrado frente al mar cuesta
US$ 120. Hay entre 35 y 40 casas y otras tantas en construcción. González estima que algunas costaron más de US$ 300.000.

Los decretos del Puerto de Aguas Profundas que prevén expropiaciones no cuentan con las tierras de San Antonio. Sin embargo, un grupo de vecinos del lugar liderados por el empresario Peter Slowak  –propietario de varios solares– encargó un informe sobre la localización del puerto que concluyó que los estudios estatales sobre el impacto que provocará su instalación en El Palenque son insuficientes.

Sostienen que  “es especialmente importante promover el análisis específico del sector de la costa ubicado entre La Coronilla y el Chuy” para instalarlo allí, puesto que el canal Andreoni, abierto para disecar bañados y ganar terreno fértil para la agricultura, ya estropeó la playa de La Coronilla.

Susana Helou es otra empresaria argentina que invirtió en San Antonio. Llegó al lugar hace 12 años y en 2009 construyó un complejo de ocho cabañas para dos personas llamado Aloha Village. Las alquila a US$ 100 por día.

Como sus vecinos, Helou propone que el puerto se instale en La Coronilla para evitar que perjudique el crecimiento inmobiliario de la zona. Dice que el puerto trae contaminación, asentamientos y camiones. “Cuando vinimos acá había mucha promoción del Uruguay natural y muchas visiones políticas de que la zona se iba a preservar y esto nos cayó como un balde de agua fría”, sostiene.

Además de los rochenses que esperan encontrar en el puerto la puerta para salir de la pobreza y de los empresarios y turistas que desean seguir escuchando el trinar de los pájaros, en la zona de El Palenque vive un grupo de productores agropecuarios cuyas tierras serían expropiadas.

El Estado expropiará El Palenque, a uno y otro lado de la ruta 10, y los fraccionamientos San Francisco, donde hay una sola y lujosa casa junto al mar, y Mar del Plata, aún despoblado.

Walter Hugo Pagés es uno de los cuatro o cinco productores agropuecuarios de la zona. Tiene 79 años, 175 hectáreas en la zona y vive hace 40 en una casa a la entrada de El Palenque. Es economista, fue grado 5 de la Universidad de la República, tres veces presidente de la Federación Rural, vicepresidente del Banco República y consultor del Banco Interamericano de Desarrollo. “Toda la vida dije que era necesario el puerto pero nunca creí que me fuera a tocar a mí. Y ahora me tocó y estoy de acuerdo con que se haga, porque mi problema particular es infinitesimal al lado de lo que es la importancia de un puerto de aguas profundas”, dijo. Su problema infinitesimal consiste en abandonar lo que construyó en cuatro décadas y mudarse.

El productor Alfredo Peguri se enfrenta al mismo dilema: “No estoy en contra del puerto, pero para la familia implica el abandono de un proyecto productivo. Tengo que mudarme y empezar de cero”. Vive frente a El Palenque desde 1994, tiene 585 hectáreas y se dedica a la ganadería intensiva.

Pagés critica a quienes, según él, se amparan en argumentos ambientalistas para proteger sus intereses económicos. De todas maneras, considera que el Estado debería indemnizar a los que gastaron millones de dólares en esas tierras de monte nativo, playa y tranquilidad y que en el futuro amanecerán en una ciudad portuaria, ese gran sueño de los pescadores vernáculos.
© GABRIEL CICCARIELLO