lunes, 19 de septiembre de 2011

la Respuesta

Los hombres contra atacan. Franklin Rodríguez presenta
Debajo de los pantalones  en el teatro 25 de Mayo.,este viernes 23 ,20.30 horas.
ANTICIPADAS $120 a BENEFICIO de GRADA
venta en Cambio Rocha y Comisión de apoyo de GRADA
Contacto con GRADA: RAÚL ROCHA 099 873766 / 4472 8075

ENTRADAS GENERALES $150
en boletería del teatro

Catorce años después de aquel experimento, que en su momento se tildó de machista por reflejar la realidad de tres cuarentonas solteras, pero dio grandes réditos económicos y satisfacciones artísticas, se abre paso una nueva instancia, Debajo de los pantalones. Franklin no considera que sea una segunda parte, sino "la respuesta masculina a Debajo de las polleras. No es competitiva, es la visión de los hombres". Un toque distintivo para esta ocasión es que Franklin agrega a su rol de guionista, la actuación y encarna a Shapiro, uno de los tres protagonistas de la historia.
Las comparaciones son inevitables, pero no le preocupan. Las pilas están cargadas para entretener y divertir al público: "Ponés todo tu esfuerzo y después no depende de vos. Estás muy jugado a la suerte, la buena voluntad de la gente, que guste o no la propuesta". Franklin Rodríguez habló ,asegura que habrá risas, carcajadas, entretenimiento y comicidad en Los Pantalones.
"Patetismo". Las generaciones de antaño usaban el boliche para confraternizar. Las del presente evidencian un cambio en cuanto al espacio físico (se trasladan al gimnasio), pero la escena continúa siendo la misma: la solidaridad masculina tras el abandono. Ese codo a codo motivó el guión. "Llega uno y dice, me saca el 40% de mi sueldo. Me pongo de su lado automáticamente, compro su versión sin saber qué pasó. Nadie sabe por qué uno se suma a defender. Lo empecé a mirar desde afuera y es muy gracioso y masculino. Ese fue el disparador", comenta.
¿Qué hay debajo de los pantalones?, ¿es sólo sexo o se esconden emociones? La obra intenta remarcar esa sensibilidad oculta en el hombre: "Sufrimos igual, lloramos igual, puteamos igual, y culpamos igual. Los tipos dolidos son patéticos. Pasa el tiempo y decís, no pude haber hecho eso, llamar y cortar, llamar y cortar".
trama. Tres tipos se encuentran en el baño de un bar. No se conocen, pero esa noche comparten algo más que la edad (rondan los cuarenta años) una mesa y algunas copas: los une el abandono, el dolor, la decepción.
Cada personaje que ocupa una silla en ese boliche responde a un perfil y un patrón específico. Shapiro (Franklin Rodríguez) es un psicólogo judío que piensa que tiene su vida resuelta y no entiende cómo su mujer tiene un affaire. Hugo Lopan (Fernando Canto) frecuenta un comité de base, "vende ropa femenina por el interior del país y odia a las mujeres porque le rompen las medias can can al probárselas". Enrique Vidal interpreta al tipo que va a la Iglesia Pentecostal, cree que tiene a la mujer ideal en su casa, pero antes atravesó por todas las etapas que hoy viven sus compañeros de boliche.
Franklin elige reincidir en el recurso que le funcionó con Debajo de las polleras para esta respuesta masculina: una misma actriz realiza todos los papeles. "Tanto hombres como mujeres, cuando estamos lastimados con el sexo opuesto decimos, son todos/as iguales. Ves a uno/a y ves a todos/as. Entonces pensé, si son todas iguales, por qué voy a cambiar a la actriz si puedo tener a una para todas", argumenta. Lucía Sommer es quien debe asumir esa "feliz" aunque "complicada" tarea de interpretar nueve mujeres bien estereotipadas: "Desde la gorda, a la que está tan operada que se va derritiendo con el calor del hotel, pasando por la psicóloga borracha, e incluyendo a una muñeca de goma", describe Franklin.
actos. Un par de tragos de más bastan para que se distiendan porque "los hombres lloran cuando se emborrachan" y den paso a una catarata de visiones y anécdotas completamente subjetivas. La mujer aparece sólo en las instancias en que el trío masculino da paso a los relatos, nunca en tiempo real. "Se sale de escena para ir al cuento y cuando se vuelve, fue tan a favor de él que los demás lo apoyan, pero el público vio que no fue así, que el tipo mira fútbol todo el día, por ejemplo. Lo que cuenta no es lo que vimos, y ahí está el juego", subraya. Pasan hoteles, calles, autos y esa vorágine de escenografías que se alteran generan dinámica en la puesta.
Estos cuarentones atraviesan un duelo, y la idiosincracia masculina exige darle con un caño a la mujer para poder seguir adelante y encarar una nueva vida. "Intentan olvidarse y la forma de hacerlo es difamando toda esa relación. Tomo frases del saber popular: `cómo no me di cuenta antes`, `mi vieja me lo dijo`, `ya perfilaba que iba a ser mala`. Agarramos al personaje en el momento del duelo, y para pasar a mejor vida tiene que matarla, sino sigue con la historia", asegura quien aún conserva ciertos guiños de sus inicios como actor de teatro callejero y utiliza esos tics populares en beneficio de su actual labor. "Si el público se me iba cuando estaba en la calle, perdía. Para prenderlos tenés tres minutos. La calle me dio eso, lo uso en teatro y cumplo a raja tabla", redondea Franklin Rodríguez.
Mariel Varela /ElPais