Diez mujeres pescadores de la Laguna de Rocha se unieron
hace dos años para crear su propio emprendimiento: La Cocina de La Barra, un
lugar en el que ofrecen a los turistas un menú hecho a base de la pesca del
día, pesca que sacan, filetean y cocinan con sus propias manos y el apoyo de
sus familias. Gracias a su labor se han empoderado, han sumado valor al área
protegida que habitan y se han convertido en ejemplo para sus hijos.
La cultura pesquera de la zona nació hace más de 80 años con
las dos primeras familias que llegaron al lugar. Gracias al cruce de ambas, hoy
son unas cien personas las que viven en la laguna y viven de esa actividad
ancestral.
Cecilia Laporta es montevideana pero eligió La Paloma como
lugar donde vivir, sitio en el que se conocieron sus padres y donde disfrutaba
cada verano de su niñez. Luego se recibió de contadora, trabajó como asistente
contable de una empresa vinculada a la pesca y más tarde se embarcó en "La
cocina de la barra", dándole un encare de negocio a ese sueño de las
familias pescadoras.
Hoy es ella quien nos pone al tanto de esta maravillosa
iniciativa que surge de APALCO (Asociación de pescadores artesanales de las
lagunas costeras), que ha sido un éxito, que ha cambiado la calidad de vida de
la población y que aspira a crecer.
¿Desde cuándo funciona "La cocina de la barra"?
Abrimos en la temporada 2015-2016 y fue un éxito. Este año
decidimos prepararnos más. Trabajamos con dos mujeres diseñadoras industriales
que hicieron su memoria de grado en "La cocina de la barra" y nos
dieron desde un logo, una identidad, hasta una infraestructura perfecta.
Con
todo eso, tuvimos un despegue tremendo. Mucha gente comenzó a visitar a la
laguna como área protegida porque estaba la cocina. Además, sumamos shows
musicales de personas de la cultura local que le canta a Rocha, a su gente, a
la pesca, a la naturaleza. Y también trabajamos con Guillermo Fernández Villa,
un muralista y grafitero alucinante que pintó la figura del abuelo más viejo de
la laguna dándole un color increíble al lugar.
¿Quiénes integran "la barra"?
La comunidad de pescadores de la laguna de Rocha son unas 17
familias que se asentaron allí hace más de 80 años. Son dos grandes grupos
familiares que se fueron cruzando entre sí: los Ballestero y los Huelmo. Y
ahora son cien personas viviendo en la zona. Igualmente, las que participan de
la cocina son diez familias aunque este año participaron siete mujeres porque
algunas no pudieron.
¿Qué une a esas mujeres?
Al principio las unía el sueño de tener una cocina y
trabajar por sus propios medios y para ellas. Ahora creo que las une mucho más
cosas: el empoderamiento, el sentirse reconocidas, que vengan de afuera a
verlas y reconocer su trabajo, la propuesta y el amor que le ponen a todo.
Además, han pasado a pertenecer a un grupo y ser protagonista de este espacio.
Ellas fueron quienes le dieron importancia al área protegida. A su vez, se han
convertido en ejemplo para sus hijos y han aumentado el ingreso económico del
núcleo. En temporada trabajan diez horas por día pero eso las ayuda a solventar
gastos del año.
¿Cuándo abren?
Abrimos en enero y febrero hasta después de carnaval y ahora
arrancamos en turismo. El invierno pasado generamos un menú y funcionamos los
fines de semana con reserva previa. La idea es hacer algo similar este año.
¿Cómo era la vida de esas pescadoras antes de "La
cocina de la barra"?
Ellas son pescadoras. La pesca no es sólo una actividad
masculina ni que hacen solas sino que es colaborativa: entre hombres y mujeres
de la familia. Luego los hijos se independizan y siguen la tradición. Además,
estas mujeres hacen las tareas del hogar y se encargan del cuidado de los
niños. Esa era su vida.
Este proyecto las aleja un poco de la pesca en
temporada pero les genera un ingreso extra. Es para tener una mejor calidad de
vida el resto del año. Y la idea es empezar con otras unidades de negocio
vinculadas a la cocina de la barra como las conservas o las recetas de la
abuela para vender en verano o invierno. O hacer pasta rellena para vender en
La Paloma.
Cuando empezaste a trabajar con las pescadoras, ¿qué fue lo
que más te sorprendió?
Me di cuenta que tenía una mirada del mundo diferente a la
de ellos. Hablamos idiomas diferentes y si quería entenderlos tenía que
escucharlos. Ellas nacieron y crecieron en la laguna y con suerte iban a La
Paloma. A su vez, comprendí que la pesca es una actividad que te genera una
incertidumbre total porque vos calás pero nunca sabés qué te va a traer el mar.
Y eso limita mucho tu forma de vida porque tu familia no puede asumir costos
fijos. Esa incertidumbre fue la que más me sorprendió. Además, es una actividad
económica ancestral.
¿Cómo está compuesto el menú y cuál es el plato estrella que
sí o sí hay que probar?
Lo que se pesca, se filetea, va a la cocina, se prepara y se
vende a las dos horas de pescado. Por eso, el énfasis está en el sabor de lo
fresco. Las croquetas y empanadas de siri son una delicia y son las vedetes.
¿Qué te ha enseñado el proyecto?
Nos enseñó que cuando las mujeres nos potenciamos, podemos
lograr cambiar la vida de muchas. Y es una actitud que tomamos genéricamente:
dejar de juzgar al otro y cooperar. Siempre digo: "ahora, al infinito y
más allá". Ahora nos damos para adelante y seguiremos creciendo.
INFORMACIÓN DE INTERÉS:
"La cocina de la barra" se encuentra en la Laguna
de Rocha. No hay un acceso continuado desde Laguna Garzón pero hay un pescador
que cruza a todos los ciclistas que quieran ingresar por ese medio y vía.
FuenteMujermujer.com.uy