Martín Valdez Vega.
Edil Departamental/Lista 84 P.N
En cada
campaña electoral se repite de manera sistemática por quién se postula a
conducir al País que sueña con un país prospero, que incluya a cada rincón del
territorio, que contemple al interior profundo cuyo único sueño es progresar y
aportarle algo al país desde sus orígenes mismos.
Pero lo cierto es que una vez
que se apagan los micrófonos, se escrutó el último sobre, se traspasó la Banda
Presidencial y la cuenta regresiva de cinco años comienza a andar, ese discurso
de campaña cada vez se aleja más de lo que son las políticas que emplea el
gobierno.
Y ojo que con pasear el circo del Consejo de Ministros en una gira
nacional no es incluir, ni impulsar a un país; es simplemente una buena excusa
para lograr mantener una campaña electoral encendida pero con el telón
institucional que sirve para evadir cualquier ataque.
Esa
introducción que se acaba de realizar sirve para contextualizar lo que sucede
en el Pueblo de Velázquez, histórico pueblo de nuestro Departamento que cada
vez se aleja más del país de la inclusión financiera.
Hace
unos cuantos días atrás, el pueblo velazquence fue convocado a reunirse con las
autoridades del sindicato bancario dada la situación de recorte horario de la
sucursal del Banco República en esa localidad. Situación que ya hace un año
persiste y las autoridades propias del Banco País no han dado la cara por ello.
Ante tal situación me parece correcto analizar lo que ésta deja al descubierto.
Pues
bien, lo primero es que según la versión del sindicato, los recortes se deben a
que hay sucursales que no dan los suficientes movimientos que justifiquen su
apertura semanal.
En función de ese argumento -bastante pobre, al decir verdad-
resulta lógico preguntarse por qué motivo no enfocamos la atención de
transacciones -en incluso de perdida- a las sucursales que el Banco tiene en el
extranjero, por ejemplo: la sucursal Buenos Aires y San Pablo, ambas no sólo
mantienen pocos movimientos sino que como un plus, casi paradójico, cierran
cada día con perdida para la banca.
Como otro ejemplo, cuántos movimientos más
puede tener una sucursal que se aloja en un shopping de nuestro vecino
Departamento en comparación con la que mantiene la de pueblo Velázquez. Parece
ser entonces que la mira del gobierno nacional (que apoya, evidentemente, a la
mayoría del directorio del BROU) y del gobierno del Banco República está puesta
en castigar a los pequeños pueblos uruguayos únicamente por una cuestión
demográfica.
Por lo
dicho, queda clara que la visión oficial es que a menor cantidad de
transacciones, menor cantidad de horas de atención al público. Y aquí está la
segunda capa protectora del oficialismo cuando argumentan -argumento aún más
pobre que el primero- que no es necesaria la atención personificada cuando
existen los cajeros automáticos.
Y eso es verdad, pero también es verdad que el
cajero automático traga las tarjetas, comete equivocaciones en las
transacciones descontando montos incorrectos o queda fuera de servicio.
Entonces la pregunta obligada aquí es: ¿como hace ese vecino que va el día en
que la sucursal está de puertas cerradas a retirar efectivo (además contemos
que ya no se puede retirar menos de $500, lo cual no contempla la realidad de
muchos) y su tarjeta queda trabada o el cajero por alguna imperfección queda
fuera de servicio?
Es simple, como antiguamente se decía: "agua y
ajo" hasta que el Banco País, el de los 120 años al servicio de los
uruguayos, abra sus puertas y le realice los trámites de rutina ante esos
hechos.
Dicho
esto, nuestra posición es clara. El Banco República tiene no solo el deber sino
la obligación de retractar su medida porque, incluso, atenta a la misión con la
que fue creada el Banco (Brindar servicios financieros accesibles a toda la
población, estimular el ahorro y fomentar la producción de bienes y servicios
contribuyendo al desarrollo productivo, económico y social del país).
No
podemos esperar un país inclusivo cuando las medidas son tomadas con visión
centralista tal como lo hicieron aquellos tan criticados por los actuales
gobernantes, y tan imitados una vez que llegaron al gobierno.
No podemos
esperar un país productivo cuando le negamos las posibilidades a que los
pequeños productores de la zona tengan acceso a un pequeño crédito para sus
actividades. No podemos aspirar a un país ágil y desarrollado cuando la banca
financiera estatal es un obstáculo para que, incluso, desde las pequeñas
localidades casi perdidas de nuestro País se comercialice y se aspire a la
competitividad.
No podemos esperar que la seguridad mejore cuando obligamos a
que muchos vecinos de zonas aisladas, y no tan aisladas, duerman con lo logrado
por su trabajo bajo su cama a la espera de poder realizar depósitos.
En síntesis y reiterando, no podemos esperar. Es hora de
exigir que la inclusión y la descentralización sea enserio. Enserio y ¡YA!.